8 de mayo de 2012

Yala, Jujuy.




El pueblo de Yala se encuentra a 20 minutos, en auto, de la capital de Jujuy, San Salvador,  una de sus particularidades es que se encuentra dividido por la ruta provincial N° 9 y además se acuesta sobre el río que lleva el mismo nombre, YALA.  Principalmente, es un lugar tranquilo en el cual los sonidos de la naturaleza aún triunfan por sobre los del supuesto “progreso”,  todavía se pueden ver los caballos pastando en las calles de tierra con las montañas de fondo, estos detalles,  muestran que el pueblo conserva un ritmo sereno y agradable. Caminando por las serpenteantes calles se encuentra el centro, el cual está constituido por una estación de trenes, que muestra los rastros del pasado, porque ha dejado de funcionar hace ya varios años,  a escasos 20 metros se ubica la infaltable Iglesia y unos pasitos más allá se acomoda la única plaza llamada: Plaza del Sol que alberga el único colegio y pegadito a la escuela se encuentra la sala de primeros auxilios. Cuando nos corremos un poco de la plaza y nos vamos arrimando a la Ruta, la tranquilidad se empieza a perder para darle paso al ruido del asfalto y de esta manera los vehículos triunfen,  entre este ruido urbano (que poco tiene que ver con el contexto natural, pero al fin y al cabo, necesario), en el borde de la ruta se encuentran las típicas vendedoras de Bollos, pan, queso y quesadilla, obviamente todo casero, que intentan vender y de esta manera sacarle provecho al constante transito que circula por la ruta provincial.



Algo bastante peculiar que sucede en este lugar es la curiosa mezcla que se logra entre las imponentes casonas de fin de semana y casas humildes que llevan un ritmo de vida diario, por eso no es raro ver que cuando se acerca el fin de semana el barrio empiece a moverse más de lo usual. Al mismo tiempo, se mezclan los autos importados último modelo y los caballos de los gauchos de la zona, lo que genera un contraste interesante.  
Un lugar imperdible son las tres lagunas de la zona: Desaguadero, Comedero y El Rodeo, ubicadas en plena montaña, una vez más la inmensidad de la naturaleza irrumpe apaciblemente generando en el medio de la montaña un lago de agua cristalina que por momentos funciona como espejo, además toman protagonismo el silencio y la tranquilidad.








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