20 de julio de 2013

Transporte Público (Primera Parte)



Distintas formas, mismas caras.

Si hay algo que me parece interesante de las grandes ciudades es el transporte público, es desde mi perspectiva, el espacio
físico en el cual uno puede observar distintas realidades, imaginar historias o tan sólo contemplar cómo se mueve
cada persona; una mirada, un gesto, un sonido, todo en un mismo escenario, que puede ser un colectivo – micro - buseta, moto taxi, balsa - barquito , tren, metro – subte y hasta un taxi compartido (aunque aquí es más difícil porque el margen de espacio que tiene el pasajero es mucho menor), lo atrayente es observar al otro en un contexto determinado, porque por lo general el que va viajando no está ahí, quiero decir, está físicamente pero en realidad anda en otro lado. Paso a graficarlo: algunos (hablo en masculino porque no nos olvidemos que son pasajeros) escuchan música e imaginan sueños, utopías, vuelan hasta el infinito…o si no pueden estar leyendo, además siempre hay alguien que descansa o duerme y la cabeza le rebota contra el vidrio y uno se pregunta ¿cómo hace?, sino también innegablemente están aquellos que van con la cara perturbada, triste, deprimida, casi con un gesto interrogantemente existencial (no sé si estas palabras están bien dichas, pero para mí grafican a la perfección esas caras, ahí voy por más) con los ojos perdidos y los labios secos, caras que se preguntan (por eso interrogantes) qué estoy haciendo de mi vida, ¿me gusta este trabajo?, por qué estoy yendo, ¿adónde voy?, por qué vivo en esta ciudad si nunca me gustó (por eso existencial), seguramente que hay muchas más situaciones e interrogantes, pero yo me quedo o imagino estas, sino puede llegar a explotar mi cabeza…




…En el medio de todo este escenario, de repente aparece alguien que está pidiendo, vendiendo o tocando música, y ahí algunas cosas cambian, porque por más mínimo que sea el intercambio, EXISTE. Algunos se hacen los dormidos y listo (solucionan el problema o no lo enfrentan, lo esquivan, se escapan a su mundo personal) pero sino tienes que intercambiar algún tipo de gesto, palabra, o tan sólo prestarle atención (¿qué loca esta frase no? Prestar como si fuera algo material, o sea yo te lo presto pero en algún momento me lo tienes que devolver, loquísimo),  a alguien más que a vos y ahí cambia el panorama, igual es tan sólo por unos segundos, después todo vuelve al mismo ritmo, rutinario, anónimo o eso aparenta…








Otro cantar son los niños y cómo disfrutan de moverse en distintos transportes,(lo que viene a continuación es netamente personal como todo de lo escrito anteriormente) la vida es un juego constate que no para, por qué debería (al menos intentarlo). Ver la cara de la primera vez de un pibe en el metro es ser (o al menos me siento así) el co-protagonista de una película de ciencia ficción “estar por debajo de la tierra, un sueño”, o la eterna pelea de ver quién tiene el privilegio de tocar el botón del bus – colectivo, ese momento de efervescencia que lo es todo, sublime. Apretar ese minúsculo artefacto de plástico a veces redondo otras cuadrado, estirar el brazo hasta lo máximo para alcanzarlo y de esta manera indicarle al chofer donde tiene que detenerse, es tener por un instante la decisión de un grande, moverte como uno, casi sentirte como tal y cuando eres niño una de las fantasías más queridas es ser grande, vaya paradoja de la vida que cuando uno es grande a veces “quisiera ser” niño (no sé si les pasa a todos, a quien escribe sí), y todo esto transcurre en ese espacio público, vital para cualquier sociedad en donde uno puede intercambiar, miradas, palabras, gestos y tantas cosas más, por estas situaciones y cientos más disfruto de los transportes públicos.


Esto tan sólo fue el prólogo para adentrarnos en el mundo de las busetas de Bogotá, Colombia.



El típico tinto (café) colombiano., pronto muy pronto.