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Distintas formas, mismas caras. |
Si hay algo que me parece interesante de las grandes
ciudades es el transporte público, es desde mi perspectiva, el espacio
físico
en el cual uno puede observar distintas realidades, imaginar historias o tan
sólo contemplar cómo se mueve
cada persona; una mirada, un gesto, un sonido,
todo en un mismo escenario, que puede ser un colectivo – micro - buseta, moto
taxi, balsa - barquito , tren, metro – subte y hasta un taxi compartido (
aunque
aquí es más difícil porque el margen de espacio que tiene el pasajero es mucho
menor), lo atrayente es observar al otro en un contexto determinado, porque por
lo general el que va viajando no está ahí, quiero decir, está físicamente pero
en realidad anda en otro lado. Paso a graficarlo: algunos (hablo en masculino
porque no nos olvidemos que son pasajeros) escuchan música e imaginan sueños,
utopías, vuelan hasta el infinito…o si no pueden estar leyendo, además siempre
hay alguien que descansa o duerme y la cabeza le rebota contra el vidrio y uno
se pregunta ¿cómo hace?, sino también innegablemente están aquellos que van con
la cara perturbada, triste, deprimida, casi con un gesto interrogantemente
existencial (
no sé si estas palabras están bien dichas, pero para mí grafican a
la perfección esas caras, ahí voy por más) con los ojos perdidos y los labios
secos, caras que se preguntan (por eso interrogantes) qué estoy haciendo de mi
vida, ¿me gusta este trabajo?, por qué estoy yendo, ¿adónde voy?, por qué vivo
en esta ciudad si nunca me gustó (
por eso existencial), seguramente que hay
muchas más situaciones e interrogantes, pero yo me quedo o imagino estas, sino puede
llegar a explotar mi cabeza…
…En el medio de todo
este escenario, de repente aparece alguien que está pidiendo, vendiendo o
tocando música, y ahí algunas cosas cambian, porque por más mínimo que sea el
intercambio, EXISTE. Algunos se hacen los dormidos y listo (
solucionan el
problema o no lo enfrentan, lo esquivan, se escapan a su mundo personal) pero sino
tienes que intercambiar algún tipo de gesto, palabra, o tan sólo prestarle
atención (
¿qué loca esta frase no? Prestar como si fuera algo material, o sea
yo te lo presto pero en algún momento me lo tienes que devolver, loquísimo), a alguien más que a vos y ahí cambia el panorama, igual es tan sólo por unos segundos, después todo vuelve al
mismo ritmo, rutinario, anónimo o eso aparenta…
Otro cantar son los niños y cómo disfrutan de moverse en
distintos transportes,(
lo que viene a continuación es netamente personal como todo de lo escrito anteriormente) la vida es un juego constate que no para, por qué
debería (
al menos intentarlo). Ver la cara de la primera vez de un pibe en el metro es ser (
o al menos me siento así) el
co-protagonista de una película de ciencia ficción “
estar por debajo de la
tierra, un sueño”, o la eterna pelea de ver quién tiene el privilegio de tocar
el botón del bus – colectivo, ese momento de efervescencia que lo es todo,
sublime. Apretar ese minúsculo artefacto de plástico a veces redondo otras
cuadrado, estirar el brazo hasta lo máximo para alcanzarlo y de esta manera
indicarle al chofer donde tiene que detenerse, es tener por un instante la
decisión de un grande, moverte como uno, casi sentirte como tal y cuando eres
niño una de las fantasías más queridas es ser grande, vaya paradoja de la vida
que cuando uno es grande a veces “quisiera ser” niño (
no sé si les pasa a
todos, a quien escribe sí), y todo esto transcurre en ese espacio público,
vital para cualquier sociedad en donde uno puede intercambiar, miradas, palabras,
gestos y tantas cosas más, por estas situaciones y cientos más disfruto de los
transportes públicos.
Esto tan sólo fue el prólogo para adentrarnos en el mundo de
las busetas de Bogotá, Colombia.
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El típico tinto (café) colombiano., pronto muy pronto. |