12 de mayo de 2012

De paso por: mercado de Grau, Tacna Perú.



     Antes de profundizar en las sensaciones  que dejó Tacna, en realidad más que nada el mercado de Grau, quisiera buscar la definición de la palabra contraste así clarifica un poco. Según la Real Academia Española
es:
Oposición, contraposición o diferencia notable que existe entre personas o cosas.

 Por el momento tengan en cuenta esa definición, porque la realidad es que cuando se cruza la frontera de Chile (Arica) para pasar a Perú (Tacna) lo primero que se siente es el contraste, quizá no la fría definición de la Real Academia, pero se sabe que las realidades de los dos países son contrastantes. No vamos a analizar la historia de ambos, pero si veremos el simple tráfico, que sirve como ejemplo: en uno ordenado y prolijo con pocos sonidos de bocinas, el peatón pone un pie en la calle y los autos frenan, en el otro caos (cuando digo caos es ese caos ordenado, estilo San  Salvador de Jujuy, Microcentro porteño etc), una orquesta de bocinas y los mini colectivos que pasan con sus gritadores oficiales          
   (son personas contratadas por la empresa de colectivos para avisarle a los pasajeros a donde se dirige y por donde pasa, se bajan en la parada y empiezan a los gritos marcando los distintos barrios, súper interesante). Entre todo este caos el ambiente es de comodidad y cordialidad.




 Después de este preámbulo empezamos a bucear en las profundidades del Mercado de Grau, un lugar fantástico. En un mismo punto físico suceden cientos de situaciones vertiginosas para la vista, entre el mundo de personas que caminan de manera rápida y ligera, mientras algunos comen su ceviche ( plato típico de Perú: pescado crudo cocinado con jugo de limón, acompañado con cebolla, ají y algunos garbanzos) parados, otros sentados, al mismo tiempo y por el mismo lugar pasa una anciana pidiendo limosnas y  sin respiro, pegadita a la abuela, aparece un grupo musical con bombo, guitarra y sicus, y como si fuera poco, de fondo suena el constante funcionamiento de las batidoras o jugeras preparando jugos de cualquier tipo de fruta: desde papaya hasta ananá con limón.


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 Sin embargo, esto no es todo porque lo más interesante es cómo se dispara el olfato. Los olores aparecen repentinamente, desde la carne que se encuentra arriba de la mesada, pasando por alimento para perro, miles de especias, obviamente frutas y verduras y mucho más, todos estos aromas conjugan en el mercado, por un momento disfrutas de algo suave y dulce, y en un instante haciendo dos pasos se transformó en algo agrio o denso, hasta en los olores o aromas aparece el contraste en el mercado.
     Por último, es interesante la zona en la que se vende sólo carbón y leña, se ve a las mujeres tapadas de ollín en un montaña de esa piedra negra, acomodando las bolsas prestas para la venta.  Lo singular es que por lo general ningún vendedor está solo, siempre acompañado por su familia o amigos, comiendo la típica sopa o el conocido ceviche.

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