
Si empezamos a caminar un poco y curiosear entre las pequeñas callecitas de tierra y piedra que acompañan a las casas de adobe, a las puertas de madera y a las distintas jaurías de perros, tan típicas por estos lares, nos daremos cuenta que el pueblo se maneja a su ritmo, todavía no ha caído en las garras del salvaje sistema Capitalista o al menos no de lleno como su vecino pueblo de Tilcara, el cual sin más remedio para desarrollarse turísticamente claudicó y se entregó, y eso se nota, porque en Maimara todavía se ve su sincera rusticidad, la simpleza con que los lugareños se mueven y los comercios andan sin grandes ambiciones, sin que la plata rompa el molde, eso lo hace cálido y ameno.
Ahora si nos tomamos el trabajo de caminar hasta uno de sus miradores veremos como una cruz asestada en lo más alto de la montaña mira en soledad a todo el pueblo, marcando el pasado de la región, y sobretodo demuestra cómo fue hechada la suerte en la historia de la región, pero eso es maíz de otro costal.
que lindo...y los lugares que te quedan por recorrer... uffff. te quiero
ResponderEliminarVamos Nene a recorrer y llenarte de aire puro Norteño
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